12- Santiaguiño do Monte, cuna de Tradición Jacobea

          Padrón–Iria, en el Camino Portugués a Santiago de Compostela, es cuna incuestionable de la Tradición Jacobea y escenario de la leyenda que sitúa allí la tarea evangelizadora del Apóstol Santiago el Mayor, así como el lugar al que retornó su cuerpo después de su martirio y muerte en Jerusalén, traído por sus discípulos tras la decapitación mandada por Herodes Agripa (año 44). Por ello este lugar de Galicia es referencia geográfica de encuentro y visita para peregrinos y viajeros que encontrarán en su entorno, estigmas legendarios de las tradiciones y creencias que se enuncian en la vieja leyenda jacobea.

          La cuestión no es una mera tradición piadosa y ya antes del hallazgo de la sepultura, Beda el Venerable (673-735), en consonancia con el Breviarium Apostolorum del siglo VI, señala la predicación de Santiago en el extremo noroeste de la península ibérica.

          Un viaje desde Palestina hasta las costas occidentales de Hispania y aún las costas atlánticas de Europa, lejos de ser una quimera, era un logro ya para los fenicios muchos siglos antes del nacimiento de Cristo, y las naves fenicias hacían con periodicidad la ruta que partía de las costas palestinas y llegaban hasta las costas de Galicia, Bretaña y Britania. La existencia del puerto romano de Pontecesures, en la desembocadura del río Ulla en la ría de Arosa, permitía en el siglo I, que el traslado de un judío desde Palestina hasta Padrón – Iria, fuera un hecho nada fantasioso, como suele pensarse a priori, sino planamente factible.

          El componente más arcaico de la leyenda recoge la venida del Apóstol Santiago a Hispania y en particular a las tierras de Iria Flavia, hoy Padrón, en labor evangelizadora. En sintonía con esta propuesta, los alrededores de Padrón contienen los lugares donde predicó y le dieron cobijo en vida, hacia el año 40 d.C. Así, en la ladera del Monte de San Gregorio, al otro margen del río Sar, se encuentra el sitio donde la tradición cuenta que oraba el Apóstol, predicaba la buena nueva evangélica entre los gentiles del lugar, y celebraba la eucaristía tal como aprendió de su maestro.

          Imaginar a Santiago predicando en Hispania y situarlo entre las peñas del Santiaguiño do Monte, en las tierras de Padrón–Iria, puede parecer una querencia sustentada solo en la ilusión y la fe impulsada por intereses eclesiásticos. La Tradición Jacobea, sin duda amparada en buena medida en esa fe, no es una ilusión inventada por la iglesia, sino una tradición de origen popular, que nace del pueblo y que la Iglesia como institución fue la primera en criticar y rechazar, antes de asumirla y racionalizarla.

          En el siglo XIV, la reina Isabel de Portugal, en su peregrinación a Compostela, se detiene a orar sobre las piedras de este simbólico monumento jacobeo. Y el barón Leo von Rozmithal, cuñado del rey de Bohemia, viajó por España y Portugal entre los años 1465 y 1467 y relata su experiencia en su visita al Santiaguiño conociendo y describiendo la tradición del lugar: “Quien con ánimo de voto entra en esta cueva [las piedras del monte Santiaguiño], alcanza el perdón de muchos pecados”.

          Este emblemático lugar es conocido como Santiaguiño do Monte, emplazamiento de gran valor sentimental y honda espiritualidad para muchos gallegos que asimilaron en su infancia las raíces afectivas y la querencia por este recinto como espacio de culto y de romería ligado a la tradición del Apóstol Santiago, por quien los lugareños sienten una gran devoción heredada de sus mayores.

      Para acceder a O Santiaguiño, aunque se puede ir en vehículo por el camino de de Extramundi de Arriba, saliendo de Padrón hacia Noia, lo más recomendable y tradicional es hacerlo subiendo los ciento treinta y dos escalones de piedra que nacen a la derecha del Convento del Carmen, una vez atravesado el Sar por el puente desde la Iglesia de Santiago. Estas escaleras las mandó construir hacia 1900, junto con los muros que las reconducen, el maestro y filántropo padronés Don José María Vidal Cepeda, al que Padrón le ha dedicado una de sus calles. Subiendo los peldaños de piedra va uno dejando atrás la Villa de Padrón, y en el ascenso aparecen varios descansillos identificados con numeración romana, que en otro tiempo eran paradas de Vía Crucis. Es la vía de ascenso para los peregrinos y para la Romería tradicional, que sigue reuniendo a multitud de lugareños y visitantes. Todo el contorno de este paradisíaco lugar está rodeado de plantas aromáticas y vegetación exuberante, hasta llegar a un nivel desde el que hay una panorámica extraordinaria de la villa de Padrón y todo su contorno geográfico.

          Una vez llegados al lugar se identifican distintos elementos en su entorno: la ermita y residencia del ermitaño, la fuente manantial con galería subterránea, el promontorio rocoso y cama del apóstol, y finalmente el área de romería.

          En una explanada central se levanta la pequeña y coqueta ermita, una humilde edificación de piedra granítica de unos cuarenta metros cuadrados. Su origen es incierto, en sentir del maestro padrones Domingo Erosa y Fontán: “Nada sabemos acerca de la fundación de esta capilla cuya época y otras particulares se pierden en la oscuridad del tiempo”. Sus primeras referencias documentales son del siglo XV. Fue reconstruida en el siglo XIX por iniciativa del cardenal compostelano Martín de Herrera, y luego reformada hacia 1960. En el lateral sur el portón de un atrio abre la iglesia a la explanada circundante para la celebración litúrgica del festejo anual del 25 de Julio. En el exterior del templo puede verse un escudo del arzobispo Rodrigo de Luna (1449-1460) impulsor de su reconstrucción, y un altorrelieve que representa el bautismo de la reina Lupa por el apóstol Santiago.

          El interior es de un altar único presidido por la imagen pétrea de Santiago sedente, muy apreciada en los tiempos que era visitada secularmente por los peregrinos entre los que era costumbre rozar los dedos de su mano, hoy muy desgastados, costumbre que ahora sólo se realiza durante la novena y la fiesta del 25 de julio. Dentro se conserva también la sepultura del canónigo Gregorio, probablemente el primer y remoto constructor del templo, pues a partir del siglo XV el monte comienza a denominarse monte de San Gregorio.

          Hoy día en que la vivencia personal del Camino de Santiago tiende a desplazar los valores de la peregrinación como culto jacobeo, esta visita ha quedado un tanto relegada; antes era frecuentísima entre los peregrinos que llegaban por la ruta del camino portugués, o bien los que llegaban a Compostela por el camino francés y proseguían después hasta Padrón para visitar estos lugares tan relacionados con la tradición apostólica. El cardenal compostelano Martín de Herrera (1835-1922), gran impulsor de la cultura jacobea, fomentó las peregrinaciones al Santiaguiño. Después la visita de los peregrinos ha descendido mucho y casi se ha limitado al 25 de julio con la popular romería del Santiaguiño do Monte. Últimamente se tiende a revitalizar la visita a estos lugares y reeditar los valores más auténticos y originales de la peregrinación jacobea.

          Junto a la ermita se encuentra otra edificación, la Casa del Ermitaño de reducidas dimensiones y que ha experimentado diferentes reformas que han mermado su interés artístico.

          A un paso de la ermita, frente a ella aunque a un nivel un poco más bajo y flanqueada por dos tramos de escaleras laterales que descienden hasta ella, está la evocadora fuente, un manantial de agua copiosa, muy fresca y grata de beber, donde dicen que se lavaba y bebía el Apóstol, y bautizaba a quienes convertía a la fe de Cristo. La tradición popular transmite que la aparición de la fuente fue fruto de un milagro del Apóstol quien, para saciar la sed, hizo brotar agua de la roca al golpearla tres veces con su báculo, al modo que se cuenta de Moisés en la Travesía del desierto por los israelitas. Tras la reja que hay sobre el caño surtidor de agua, hay una galería que llega hasta el subsuelo de la ermita, espacio que se identificó con la gruta en la que se guarnecían y protegían el Apóstol y sus discípulos. Desde el siglo XV el uso de esta fuente se relaciona con el perdón de los pecados, por lo que los peregrinos bebían y se lavaban allí para satisfacer sus inquietudes de cuerpo y alma, y actualmente se mantiene el rito de recoger su agua purificadora, tanto en la fiesta del 25 de julio como en la víspera de San Juan.          Subiendo un poco más arriba, se encuentra un conjunto de peñas, hasta diez, formando un promontorio rocoso, algunas de cuyas piedras dejan espacios abiertos estrechos por donde dice la tradición que el apóstol, buscando protegerse y ocultarse de quienes le hostigaban, abrió milagrosamente la roca con su bastón para esquivarlos y salir con bien de sus malvados propósitos. En el centro del conjunto destaca la figura de Santiago sobre una peana en actitud de oración o de predicación. Se podía acceder hasta casi el nivel de la imagen subiendo un total de unos seis o siete peldaños de subida al promontorio y hay constancia de que en el siglo XVI, era un rito de los peregrinos subir a las rocas de rodillas rezando en cada uno de los peldaños y terminaban el rito pasando tumbados a través de los tres huecos o pasadizos, que reciben los nombres de infierno, cielo, purgatorio. El paso por estos apretados pasillos tenía su dificultad y se asociaba la idea de que lográndolos pasar, se tenía ganado el perdón. Como en otros lugares de culto pétreo de Galicia, la creencia popular asegura que si no se recorren de vivo, se hará de muerto, aserto extendido en Galicia que parece tener un origen ancestral. Detrás de la figura pétrea apostólica y culminando todo el conjunto hay una cruz antigua de la que no se conoce su origen pero de la que hay constancia en el siglo XVII.

          Se trata de un yacimiento arqueológico que podría remontarse a la Edad de Hierro (s. III a.C.), que debió tratarse de un lugar con ritual atávico que la tradición jacobea entiende como el lugar donde estuvo predicando el Apóstol Santiago. Estuviera o no realmente allí, como no es descartable, sino verosímil, la venida y la sepultura apostólica, y como es secuencialmente compatible lo precristiano y lo cristiano, como corresponde a tiempos en que los evangelizadores abrían nuevos caminos que jamás antes habían recibido la palabra apostólica, es plenamente sensato que secularmente Padrón, que guarda distintos elementos de tradición jacobea, festeje de modo entrañable y tradicional, la memoria del apóstol Santiago.

          En las proximidades de promontorio rocoso había una piedra que la tradición identifica como el lecho donde descansaba Santiago. Es la llamada Cama del Santo. Que ya nos cita Ambrosio de Morales en 1572. Esta tradición legendaria se ha transmitido oralmente desde tiempos lejanos por los pueblos y aldeas que circundan Padrón. El contemporáneo historiador padrones Eloy Rodríguez Carbia, defensor del patrimonio cultural y particularmente del Santiaguiño do Monte, recoge un suceso acaecido en tiempos lejanos sobre la llamada Cama del Santo: “Cuando un cantero del lugar de Extramundi [junto a Padrón] se propuso arrancarla, al ver esto se acercaron dos hombres que le dijeron ¿Pero tú que haces? ¡No ves que arrancas la cama del Santo! El cantero respondió que todo era un cuento, que el Apóstol nunca había dormido allí, después de decir estas palabras se cayó al suelo, lo llevaron para su casa y a continuación se murió, no sin antes pedir perdón al Santo tras reconocer que cometiera una profanación”. Al más puro estilo de las leyendas jacobeas, se extrae una clara enseñanza o moraleja, en consonancia con la línea de actuación de este historiador y político, más importante que la realidad del relato: hay que tener más respeto y cuidado con el patrimonio, especialmente el constituido por bienes no regenerables.

          Y finalmente, la Romería al Santiaguiño. Es ya una tradición heredada de hondo raigambre popular, que cada 25 de julio, fiesta de Santiago el Mayor, se celebra en Padrón una romería hasta el Santiaguiño do Monte, a la que acude casi la totalidad de vecinos de Padrón y de los pueblos cercanos. Por la mañana los actos comienzan con una concurrida procesión que parte de la iglesia parroquial padronesa y finaliza en la ermita del Santiaguiño do Monte, donde se celebra una misa solemne de culto al apóstol. La procesión es presidida por una imagen de apóstol Santiago, conocida popularmente con el apelativo de «O Parrandeiro», que se custodia en dicho templo y es llevada a hombros cada año por vecinos de Padrón, con acompañamiento de gran alegría y expresiones folclóricas. Posteriormente viene el festejo en el Área Recreativa del lugar donde tiene lugar una comida campestre donde es tradicional, entre muchas otras viandas propias de Galicia, la sardinada en grandes parrillas para poder asar a la vez gran cantidad de piezas. El Área Recreativa es un entorno incomparable para el descanso y entretenimiento, disponiendo de una zona acondicionada con mesas, barbacoas, fuentes, parque infantil…, apta para el disfrute en familia, amigos y visitantes venidos de todas partes.

          A esta tradicional romería gozaba ya de una enorme popularidad en tiempos de Ambrosio de Morales (1513-1591), que nos recuerda un refrán de la tierra gallega que dice: Quen va à Santiago, è non va al Padron, ò faz Romería, ò non.

Y a ella alude Fermín Bouza Brey (1901-1973) en sus afamados versos:

“O Santiaguiño do Monte
non vin festa como ela:
o que vai volve contento
e o que non vai rabea”.

          Hay autores que mencionan la concurrencia en el Santiaguiño do Monte de supuestos alineamientos astrológicos que podrían estar configurando parte de su significado sagrado prehistórico. La propuesta parece un tanto teórica e imprecisa, enfocando las supuestas alineaciones a puntos geográficos muy amplios. Pero desde luego, es bien conocida la existencia de monumentos megalíticos con funciones de observatorio astronómico que servía para predecir las estaciones a través de mediciones solares, como el caso de Stonehenge en Inglaterra, de finales del neolótico (siglo XX a.C.). Es por eso, sin la pretensión de descartar nada de estos planteamientos, que no debería establecerse entre ellos consideraciones excluyentes en el sentido que valoraciones prehistóricas sirvan para rechazar opciones jacobeas. Son antiquísimos y universales la existencia de calendarios desde distintos criterios y mediciones solares y lunares, ligados a creencias y cultos religiosos, propios de culturas y tradiciones que han pasado por la península solapando sus cultos y tradiciones sin que unos patrimonios culturales perdidos deban excluir otros que ocupan el mismo espacio en momento histórico diferente. La península está llena de monumentos y lugares que recibieron distinto significado y uso a civilizaciones sucesivas, como celtíberos, romanos, visigodos, musulmanes o reinos cristianos. Unos hechos y patrimonios culturales no desmienten necesariamente otros separados por muchos años pero que comparten un mismo escenario.

          Por eso y volviendo al Santiaguiño do Monte, como singular espacio del Camino de Santiago Portugués y de la peregrinación jacobea, se debe entender como un lugar en que se entremezclan la tradición jacobea y la romería popular, con sus antecedentes remotos y su porvenir abierto, formando parte de un todo en donde me gusta decir que, en el Camino de Santiago, lo sagrado y lo profano, van de la mano.

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