EL DESCUBRIMIENTO DEL SEPULCRO

Luminarias          El relato del descubrimiento también se hace de forma legendaria: En tiempos de Alfonso II el Casto, un anacoreta llamado Pelayo, cercano a la aldea de Solovio, fue testigo de luminarias en el bosque de Libredón en que vivía, recibiendo en sueños el oráculo de los ángeles de que se trataba de los restos del Apóstol. Los fieles que compartían el conocimiento del fenómeno, informan al obispo Teodomiro, quien ante su testimonio, se presentó en el lugar, y sorprendido por el hallazgo, ordenó a la comitiva guardar tres días de ayuno, tras los que mandó abrir brecha en el bosque para ver lo que contenía, y descubre en medio de la espesura, un pequeño edificio con un altar, en cuyo interior descubrió una tumba mayor y otras dos menores que la flanqueaban, lo que identifica como el túmulo sepulcral del Apóstol Santiago y sus discípulos Atanasio y Teodoro.

          La reacción de Teodomiro, lejos de precipitada puede valorarse de serena, considerando que el lance podía elevarle casi a la misma categoría que el Obispo de Roma, al yacer en su sede los huesos de un Apóstol elegido del Señor; pudo proyectar un viaje a la Roma de León III, o al imperio Carolingio ya bajo Ludovico Pío. Es un criterio que nos indica que más que el resultado de un hallazgo magnífico, busca dar a conocer una noticia oculta que quiere proteger. Evitó actitudes grandilocuentes y se Alfonso II el Castocastilla750limitó a informar a su rey, Alfonso II, monarca del reino asturiano, que luchaba más por la subsistencia que por las grandezas históricas. La reacción asturiana no fue tan rápida como suele decirse, sino que cabría precisar que fue sopesada, pues en Oviedo ya existía, fundada por el rey Fruela I en el siglo VIII, un camara santa exteriorvenerado templo prerrománico cuya cámara santa guardaba valiosas reliquias donde se daba culto al Salvador. El hallazgo jacobeo debió despertar un sentimiento de competencia moral y una duda legítima de la autenticidad del hallazgo. Por eso las crónicas oficiales asturianas fueron discretas. Finalmente el hallazgo parece que convenció al monarca, que organizó un viaje con la corte a la tumbacamara_santa_oviedo descubierta, y mandó construir en el 834, varios años después del hallazgo, una iglesia que acogiese el mausoleo. Este viaje del monarca desde Oviedo hasta Compostela será considerado como la primera peregrinación oficial al lugar santo, generando lo que hoy denominamos Camino Primitivo. Más bien parece que Teodomiro presentó argumentos que acreditaron al monarca su certeza en el hallazgo, y éste termina por reconocerlo y avalarlo. No lo hará levantando un gran templo, sino una modesta basílica de piedra y barro con una sola nave, junto a Basílica de Alfonso IIBasílica Alfpnso II alzasola cual se levantaron las iglesias de San Salvador y de San Juan, el monasterio de Antealtares y el palacio episcopal, conjunto que se acotó con una muralla definiendo un recinto que constituía el Locus Sanctus Iacobi.

          Tras los reinados de Ramiro I y Ordoño I, el rey Alfonso III durante el episcopado de Sisnando I, derribó la primitiva iglesia y mandó erigir otra más grande y suntuosa, de tres naves, en piedra tallada y con columnas y pisos de mármol, cuyas Basílica Alfonso IIIBasílica Alfonso III alzadoobras se iniciaron en el 872 y fueron consagradas en el 899. Después Sisnando II, ante los sucesivos ataques normandos refuerza con mayor solidez la primitiva cerca del Locus. Este será el conjunto arquitectónico que destruirá Almanzor en el 997. Las dos basílicas asturianas, muy distintas en dimensiones e inversión de materiales, tienen un punto en común: conservar el Edículo sepulcral romano en la cabecera. Ambas nacen para custodiar el sepulcro jacobeo.

          El hecho es interpretado por muchos como una iniciativa eclesiástica al servicio de la Reconquista, y consideran el hallazgo fruto del OPORTUNISMO: un oportunismo militar, para el que todo sería un montaje al servicio de la Reconquista, y un oportunismo eclesiástico para el que todo sería un montaje al servicio de la Iglesia.

Covadonga          El oportunismo militar, esgrimido con frecuencia, es tan aparente como inconsistente, pues Santiago ya era motivo de culto en el norte de España y considerado patrón protector más de cincuenta años antes del hallazgo de su sepultura, y porque entre el comienzo de la Reconquista (sobre el 722) y el momento de la Inventio (sobre el 829), transcurre más de un siglo, y tardará siete siglos más en completarse.

          La “fabulosa” batalla de Clavijo, supuestamente librada en el 844 durante el reinado de Ramiro I, conlleva tal manipulación de datos e intereses que la convierten en una falsedad histórica. La supuesta afrenta inicia en el tributo de cien doncellas supuestamente adquirido por el rey Mauregato con los musulmanes a cambio deNueva imagen evitar contiendas belicosas. La gloria del triunfo a la ayuda milagrosa del Apóstol Santiago,  Matamoros desde entonces, que anunció al rey en sueños su intervención favorecedora sobre caballo blanco y espada plateada, que les llevaría a la victoria, y en agradecimiento el rey establece un tributo (voto de Santiago). Sánchez Albornoz demuestra que no existió esta batalla, y que la verdadera batalla se libró en Monte-Laturce, en Albelda, ganada unos años más tarde por Ordoño I, sin el inexistente tributo de doncellas, ni intervención milagrosa, ni voto a Santiago. Fue Ramiro II, rey de Castilla y León, quien con una peregrinación a Compostela invocó la protección del Apóstol, otorgando el voto a Santiago tras la batalla de Simancas en el 939, en que Ramiro II, asistido de sus condes Fernán González y Assur Fernández, logró una sólida victoria sobre las tropas de Abderramán III. Santiago se convierte en emblema y arenga para las tropas, de modo aislado y 14294569900_f4f2787aa6_zpoco resolutivo dentro de este extenso proceso de siglos, en donde ni siquiera es el único que ostenta el pedigrí de matamoros; el reino de León invoca a Isidoro de Sevilla (enterrado en León) y le hacen cabalgar junto a los cristianos del reino leonés, mientras los castellanos invocan y hacen otro tanto con San MillánSan Millán de la Cogolla, según tradición cluniacense anterior al descubrimiento del sepulcro, y cada ejército tiene su patrono al que rinde tributo en forma de Voto, con litigios que fueron dirimidos en los altos tribunales, y Santiago llega solo a imponerse a finales del siglo XIV, con la Reconquista ya muy avanzada que da pie a una España Imperial cuyas guerras divinales encuentran un estandarte adecuado. Incluso aún en el siglo XVII, San Millán vuelve a ser proclamado Patrón de Castilla, y copatrono de España, y en esta época se propone otorgar el patronato de España a Santa Teresa en lugar de a Santiago. Invocar el mito de Santiago matamoros como montaje pro-reconquista es una ilusión que aportó mucho al legado patrimonio artístico pero que no tenía nada que ver con el origen de la Tradición Jacobea.

          Para Sánchez Albornoz la Reconquista no tuvo nada de guerra santa, por cuanto no obedecía al cumplimiento de un precepto al modo que proponía el Islam, ni se entendía como forma de muerte martirial. Tampoco puede entenderse como una cruzada porque no se llevó a cabo con motivaciones religiosas como la recuperación de focos de valor religioso, ni la extensión de un credo. Aunque la Reconquista se inicia en comunidades periféricas del reino visigodo de Toledo (astures, cántabros…), con tradicional resistencia a ser subyugados, en los territorios hispanos del norte se fusiona con los intereses de los godos fugitivos de la batalla de Guadalete (711) ante las Tariq y Guadaletetropas bereberes del norte de África que atravesaron Gibraltar al mando de Tariq y Muza, por mediación del Conde don Julián ante el conflicto dinástico por la corona de Witiza. La ayuda se convierte en invasión, y en solo cuatro años, sin resistencia, por capitulaciones pacíficas, transacciones y pactos amistosos, y solo a veces por fuerza militar, se apoderan de casi toda la península. Don Pelayo será el artífice de la fusión de la rebeldía de los pueblos del norte con la motivación patriótica de los visigodos fugitivos y aglutina unDon_Pelayo - copia único movimiento que, quizás a partir de sentimientos diversos, finalmente se agrupan en un frente común. Así desde la fundación de Oviedo en el siglo VIII la Reconquista tiene como objetivos identificables en las crónicas, la expulsión de los musulmanes como usurpadores de lo visigodo, y la restauración del reino visigodo, que ya había logrado la deseada unidad territorial entre 476 y 711. La intacta identidad visigótica reinició pronto un proceso de reinstauración, y no por motivación doctrinal sino patriótica. Así las cosas, es inconsistente pensar que más de un siglo después de su inicio, se recurriera a la farsa de un sepulcro espectacular para incentivar la Reconquista.

          El oportunismo eclesiástico tiene menos fundamento aún, porque la Tradición Jacobea, en contra de lo que suele oírse, no fue creada por la Iglesia a su medida, sino que fue la primera en adoptar una actitud crítica, y Roma ignoró mucho tiempo a Compostela. A finales del siglo X la iglesia hispano-visigoda, considerada ruda e ignorante, tenía escaso prestigio en Roma, en contraste con la celebridad de Santiago, citada en las crónicas musulmanas como el más importante santuario cristiano de Hispania, al que peregrinaban desde todas partes de Europa, incluso de Roma. Aquí inicia una rivalidad latente entre Santiago y Roma que tomará su primer cauce ejecutivo en la iniciativa romana de abolir el rito visigótico y sustituirlo por el romano. A mediados del siglo XI Roma ve con preocupación la creciente preponderancia queTorres do Oeste alcanza en todo el orbe cristiano la iglesia de Santiago, y el obispo iriense Cresconio (1037-1066) despierta honda inquietud en la sede de Pedro, por ocuparse más de armas y milicias que de cuestiones pastorales, por el alto señorío sobre otros obispados hispanos con poder cedido por los reyes y prestigio bélico recogido en las crónicas, y sobretodo por nominarse episcopis lriensi apostolicae sedis. Aderezado todo esto con incidentes que se entienden como gestos de insumisión hacia legados enviados por Roma en cuestiones de protocolo de recepción, así como algunas declaraciones que sonaron disidentes, la suspicacia se convirtió en acusación de arrogancia y soberbia, y ante el riesgo de un cisma eclesiástico, León IX, en el Concilio de Reims de 1049, excomulga a Cresconio por adjudicarse el título de obispo de la sede apostólica, que se entiende desde Roma como una desmedida ambición de la primacía de la Iglesia Hispana y un trato igualatoria hacia Roma. A la par que la excomunión, se dictan varios cánones que afectaban a la vieja iglesia hispana, en particular a la de «Gallaecia».

          Pero si son infundadas las argumentaciones de oportunismo, el discurso deja huella y en relación a Santiago y los críticos toman partido anti-jacobeo, y se llega a cuestionar la historicidad de Teodomiro al que se llega a considerar un personaje ficticio para la ocasión, y se niega la existencia precedente de Compostela, que se considera una ciudad creada en el siglo IX para “situar” en ella un sepulcro inventado, y se desata el innecesario dilema de si Compostela es o no un montaje al servicio de intereses militares y eclesiásticos.

  Voto        Es cierto, y debe señalarse, que Santiago es manejado con diversas intenciones muy dirigidas, lo que puede sugerir ser un montaje en el que muchos obtienen tajada: los militares consiguen entrega en la lucha; los reyes y políticos ganan terrenos conquistados; los monjes logran promoción del peregrinaje que eleve las donaciones y privilegios; los prelados alcanzan beneficios fiscales y favores económicos; la Iglesia adquiere captación de devotos y una digna alternativa a Tierra Santa…. Estos intereses, a menudo detrás de las más mezquinas actitudes humanas, ensucian la Tradición Jacobea en forma que hicieron ya los mercaderes del Templo de Jerusalén. Pero estas nunca fueron motivos generadores, sino actitudes que rentabilizan un fenómeno anterior que no es fruto de un montaje oportunista o de un simple error; si lo fuera la Historia y la arqueología lo habrían detectado, y no hay tal cosa. No cabe aceptar que Compostela fuera el fruto de una super-confabulación multidisciplinar, un complot supra-histórico, en que las datos documentales favorables carecen de rigor o son falsificaciones, la necesidad y oportunidad de unas reliquias de primer orden sean motivo suficiente para que se alineen en un mismo bando monjes, prelados, políticos, reyes, militares, hombres de ciencia, peregrinos de toda condición, y las actitudes y documentos de gentes de distintos momentos históricos, sean o interesados, o falsos, o equivocados, o manipulados. Y todos son capaces de coordinar una mentira a lo largo de los siglos transmitiéndose a la perfección consignas que encubran el montaje sin resquicios, indetectable a la arqueología, sin que hoy día sea posible desmentir. Ya solo esta situación tiene tanto peso argumental, que aún sin ser demostrativa, guarda mucha persuasión en favor de la Tradición Jacobea. 

Sería bien poco si esto fuera todo, pero hay mucho más.

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