21- La Reina Lupa y el enterramiento del Apóstol Santiago

          La Reina Lupa es una relevante figura en la Leyenda Jacobea, ligada con la llegada del cuerpo del apóstol Santiago a Galicia y su asentamiento en la futura Compostela. El personaje lo es de una leyenda netamente cristiana; nada hay en ella que permita alegar que recoge mitos de épocas precedentes, pues su sentido se centra en la idea de conversión por acción de los milagros y en justificar  por qué las reliquias del apóstol Jacobo llegan a Hispania.

          En Hispania antigua y particularmente en Galicia el término loba (lupa) aplicado a un ser humano se asumía como mujer de fuerte temperamento y voluntad, que se impone al hombre en su actividad y en especial en labores de autoridad y gobierno, mirando con celo protector el destino de los suyos.

          Según cita alguna crónica antigua, una poderosa mujer ostentaba la autoridad territorial de las tierras de Amaiae finibus, un valle que se extendía entre los ríos Sar y Sarela, que ya se concebía como el Fisterrae del Noroeste Hispano, por cuanto más allá de sus costas no existía otras tierras conocidas, allí terminaba el mundo conocido. Hasta allí es donde dedbía llegar el apóstol, en su propósito de llevar la buena nueva evangélica a los pueblos remotos, acaso movido por las palabras de su propio maestro:  “… seréis testigos de mi en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta el fin de la tierra”.

          Relata la leyenda jacobea que, tras el ajusticiamiento de Santiago en Jerusalén en el año 44, sus discípulos tomaron su cadáver y, buscando un lugar lejano y adecuado para dar noble sepultura a uno de los apóstoles más destacados de Cristo, llegaron navegando hasta allí trasladando el cuerpo de su ajusticiado maestro, atravesando el Mare Nostrum romano tras un largo y clandestino viaje, huyendo de las represalias del mundo romano y judío de los que había sido víctima. En aquellos contornos había volcado sus esfuerzos evangelizadores, por lo que confiaban en encontrar en aquel territorio un lugar adecuado para su descanso eterno, donde organizar un modesto culto, allí donde ejerció su labor predicadora.  Tras desembarcar en las inmediaciones de Iria Flavia, se presentaron a la autoridad local, allegándose hasta el Castro Lupario, un lugar fuertemente fortificado y regido por una noble hispano-romana que la leyenda identifica como la Reina Lupa, buscando sintetizar de modo eficaz su autoridad reconocida y su entrega. Algunas fuentes sitúan precisamente su residencia habitual en un castro existente en el lugar de Francos, cerca de Faramello, situada a medio camino entre Iria y Santiago, y denominado «Castro Lupario». Otros autores conciben que este término se refería a la propia Iria Flavia, actualmente Padrón.

          Algunas citas permiten concebir que Lupa fue un personaje real, envuelto en un relato legendario y magnificador, acorde con la tendencia de la época de sacralizar los relatos como modo de investirlos de un valor extraordinario y sobrenatural, escondiendo detrás un núcleo de realidad que termina por hacerse irreconocible, de modo que ni el nombre original nos llega con claridad sino transformado. Lupa o Luparia pudo tener vinculación con la nobleza del lugar, e incluso algunos hablan de relación consanguínea directa con altas autoridades de Roma Imperial, llegando a cargos de responsabilidad en su territorio durante el siglo I.

         Ante la petición de los discípulos, Lupa, adornado en algunas citas de ciertas intenciones malvadas, opta por enviarlos a Duyo, donde residía la autoridad romana a la que ella estaba sometida. En otras citas lo envía al sacerdote del Ara Solis. El legado romano o el sacerdote mayor, según versiones, ordenó encarcelar a los enviados, y cuenta la leyenda que fueron milagrosamente liberados y protegidos de la persecución al cruzar el río Tambre por el hundimiento del puente de Ons o puente de Pías.

          Se presentaron nuevamente a Lupa y le pidieron una carreta y bueyes para el traslado del cuerpo santo, y fueron enviados al monte Ilicinio a recoger, como bueyes, a unos toros bravos, que milagrosamente se amansaron con la señal de la cruz y trasladaron el cuerpo del apóstol hasta un lugar en el que se detuvieron por la presencia de un manantial, hoy la Fuente del Franco, donde se levantó una pequeña capilla  (hoy en la rúa Franco de Compostela). Ante esto hechos Lupa se convierte al cristianismo y pide bautizarse. Cerca encontraron el Arcis Marmóricis en el bosque Libredón, un mausoleo familiar propiedad de Lupa, donde descansaba ya la nieta de Lupa y en el que concedió permiso para ser depositado el cuerpo del apóstol.

          Los extraordinarios y fantásticos acontecimientos vienen a ser validados en parte por la arqueología, pues la noble Atia Moeta, que puede muy bien tratarse de La mitificada Reina Lupa, mandó labrar una lápida sepulcral en memoria de Viria Moeta, fallecida a los 16 años de edad. La pieza se conserva en el monasterio de Antealtares y su inscripción pagana fue copiada y se expresa en estos términos (versión original y traducción de Isidoro Millán):

          No cabe por tanto ninguna duda que el panteón donde fue sepultado el apóstol Santiago el Mayor perteneció a una dama principal llamada Atia, muy posiblemente la Reina Lupa de la Leyenda, panteón en el que yacía sepultada su joven nieta Viria.

          Quizá permanezca desconocida la biografía de la Reina Lupa, por una identidad magnificada en unos relatos que se mezclan en el tiempo y en el espacio, pero nos queda un hecho objetivo incuestionable, el haber cedido el panteón para que aceptara el sepelio del apóstol Santiago, que luego llego a centralizar el culto del mausoleo y sobre el que se levantó la basílica de Santiago que diera nacimiento a la ciudad de Compostela y a la actual catedral, en cuyo subsuelo pueden encontrarse huellas arqueológicas que nos revelan datos perdidos de su pasado y de sus personajes.

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