En el año 2008 tuve la suerte de participar en la producción de la Ópera Fidelio de Beethoven, bajo la batuta del prestigioso y desaparecido Claudio Abbado, que se representó por varias ciudades europeas. Cuatro de las representaciones fueron en el Teatro Comunale di Modena en el mes de Noviembre de ese año. En uno de los días de descanso que había entre función y función, hice una escapada a Florencia. Allí tenía concertado un encuentro con Franco Alessandri, el gran artífice de la Vía Francígena en Toscana y máximo gestor de la Comunità Toscana Il Pellegrino.
Franco me recibió como si nos conociéramos de toda la vida, aunque nuestro contacto hasta entonces solo había sido virtual. Nuestra condición de peregrinos sirvió de aval para ambos. Fue un magnífico anfitrión que me llevó a visitar algunas de las cosas más interesantes de Florencia, que deslumbra al visitante con su arte, su historia, su arquitectura y sus lugares urbanos.
Comimos en un lugar típico y popular en donde la característica singular es que la plena ocupación de las mesas es norma, y fui afortunado porque al otro lado de la mesa se sentó una guapa italiana con la que tuvimos animada conversación.
Hice noche en Florencia bajo la hospitalidad de Franco e intercambiamos algunos presentes jacobeos. Pero lo que guardo en mi memoria con mayor cariño es la visita que hicimos juntos a Pistoia. Franco se prestó a satisfacer mi fuerte deseo por ir allí. En Pistoia se custodia y venera una reliquia del Apóstol Santiago que el arzobispo de Compostela Gelmírez donó a San Atton de Pistoia en el siglo XII y que allí se venera con gran devoción desde entonces. Es la única reliquia compostelana formalmente documentada, cuya importancia está en que durante las investigaciones arqueológicas que acometió en Compostela el Cardenal Migel Payá Rico, un estudio de esta reliquia de Pistoia, reveló ser un fragmento de la apófisis mastoide del hueso temporal, justo el fragmento que faltaba a uno de los cráneos compostelanos, lo que sirvió para identificar que los restos redescubiertos en Compostela eran efectivamente los mismos de los que Gelmírez donó ese fragmento a Pistoia, por tanto los mismos que descubrió el obispo Teodomiro tres siglos antes, y por tanto, y por criterios arqueológicos, los mismos restos que fueron allí sepultados en el siglo I y venerados localmente durante algunos siglos hasta que el culto se da a conocer y se universaliza. Son criterios que, junto a otros muchos que apuntan en la misma dirección, sugieren que es verosímil que sean los restos de Santiago el Mayor. Esta es la enorme importancia de Pistoia en la Tradición Jacobea y de aquí mi enorme interés en visitarla. Le prometí a Franco que si me llevaba allí, cantaría el Dum Pater Familias en honor a Santiago.
Visité con Franco, y su amigo Alessandro Ricci y su mujer, el duomo di San Zeno en Pistoia, y pedimos autorización para cantar, al final de la celebración de la misa dominical y Franco tuvo la feliz idea de grabar el evento con su cámara, como aquí queda constancia.
El sacristán del Duomo, un hombre singular y entrañable, al enterarse de mi condición de peregrino jacobeo amante del Apóstol Santiago, nos abrió expresamente para nosotros la capilla de Santiago, la que contiene el valioso “altare argenteo di San Jacopo”, y que estaba cerrada; nos informó que estaba prohibidísimo hacer fotos pero que tenía que ausentarse un momento por razones personales; al volver preguntó sigilosamente: ¿qué tal las fotos? (mi cámara echaba humo). Y luego nos abrió también la puerta de los peregrinos exclusivamente para nosotros, y salimos por ella con gran emoción como si nos hubieran abierto en exclusiva la mismísima puerta santa de la catedral compostelana que abren los años de jubileo. Fue un momento emocionante que nos hizo disfrutar como peregrinos amantes de estos detalles históricos que enriquecen nuestros pasos por las sendas jacobeas.
Antes de comer, un paseo por la ciudad nos llevó a visitar el Hospital del Ceppo, constituido en 1277, con sus interesantes azulejos de terracota a lo largo de la fachada, con escenas de asistencia a peregrinos, pues uno de sus roles fue el de refugio para los peregrinos, además de orfanatorio ciudadano y, hasta de escuela médica. Hoy en día acoge un museo ligado a sus pasadas funciones.
Disfruté cantando el Dum Pater Familias en la misa mayor, a lo que el párroco me autorizó tras la oportuna gestión de Franco y diréis que ya estoy con mis pamplinas, pero os aseguro que vi al Apóstol sentado en las primeras filas de la iglesia escuchando el himno hispano-mozárabe del códice Calixtino que me atreví a cantar en su honor ante los atónitos pistoienses.
Jajajaja que buena la anécdota del sacristán del Duomo y que regalo más bueno os hizo que casi (tal vez sin casi) deja en anécdota el canto del Dum Pater Familias tras la misa mayor
Jajajaja que buena la anécdota del sacristán del Duomo y que regalo más bueno os hizo que casi (tal vez sin casi) deja en anécdota el canto del Dum Pater Familias tras la misa mayor